jueves, 31 de mayo de 2012

Electro House/ Return Of The Jedi

Darth & Vader

viernes, 25 de mayo de 2012

jueves, 24 de mayo de 2012

Una Lágrima

Soraya Arnelas & Peret. Acústico

... Si yo la pudiera encontrar
Yo la pondría en tus labios
Para poderte besar

Y una lágrima cayó en la arena
Ay en la arena cayó tu lágrima
Y una lágrima cayó en la arena
La que quisiera quisiera encontrar

Me pediste un beso
Ay me pediste un beso
En la orilla del mar
Como no te lo daba
Ay como no te lo daba 
tú te pusiste a llorar

Y una lágrima tuya en la arena cayó...

lunes, 21 de mayo de 2012

Lady Luck

Jamie Woon. Dj Slider Remix
This song is full of awesomeness... My official autumn anthem.

domingo, 20 de mayo de 2012

Bamboleo

Gipsy Kings. Alex Beat Mashup

sábado, 19 de mayo de 2012

Estudiantes Universitarios

Parte de las series: "¿De qué universidad eres ah?" y "La Universidad X es mejor que Y, Z etc."

¿Qué pasó el 5 de abril de 1992?
- ¿Qué pasó? Nnnn... ay! todavía no nacía.
xD

Sirens 2012

Bodybangers Inc.

miércoles, 16 de mayo de 2012

martes, 15 de mayo de 2012

Un Momento

Inna ft. Juan Magan

I like the way you are driving your car
I like the way you're drinking beer in the bar
You look so sexy, where you from, where you are?
You're like the sunshine

Electronic, magnetic, sensual
No quiero que tú pienses que esto es normal
I'm trynna tell you to travel to the galaxy
I'm happy that you're mine,
I'm for you, you're for me

Un momento
La la la la la la la la la la la

[Juan Magan]
Yo no sé como tú quieres que te hombre cuente
De sangre caliente prendiendo ambiente ¿?
Yo sé que tu amiga no me puede amar
Pero que puedo hacer
Si te amo a ti mujer.

Camino derecho, sacando pecho
La frente bien alta mirando al techo
Si te hice daño ya eso está hecho

Un momento
La la la la la la la la la la la

Un momento

sábado, 12 de mayo de 2012

jueves, 10 de mayo de 2012

miércoles, 9 de mayo de 2012

La Verdad Incómoda: La Trágica Historia Reciente Del Perú

Cuando el cinismo y la negación de la realidad son más cómodos para uno que tener valor, reconocer culpas y admitir que más que haber aportado soluciones, en realidad uno fue parte del problema.

Escrito y publicado en mayo de 2003 cuando se hiciera público el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, este artículo es el testimonio de un simple reportero que, como millones de peruanos, tuvo que vivir y trabajar en aquel país convulso, aterrado y sangrante que era el Perú de inicios de los 90, cuando nada parecía poder salvarnos de la espiral de violencia enloquecida en la que nos habían sumido las viles hordas asesinas de Abimael Guzmán, uno de los terroristas más sanguinarios de la historia de la humanidad.


Ahora que esos mismos criminales imperdonables intentan disfrazarse de demócratas para infiltrarse de nuevo como un cáncer en nuestras vidas, este viejo alegato adquiere, de pronto, una inquietante actualidad. No podemos olvidar lo que ocurrió. Y la mejor manera de honrar la memoria de esos miles de peruanos que murieron víctimas del terror es cerrando filas contra Sendero Luminoso, Movadef o como mierda se llamen. Librando la feroz batalla de las ideas para evitar que más jóvenes idealistas sigan siendo embaucados por la misma monserga de odio ciego. Recordándoles, con cada página de nuestra historia, la suerte inmensa que tienen de vivir en este Perú imperfecto pero esperanzado y no en aquel otro donde sólo había matanza, tiniebla y desolación.

Salir del cine de ver Arma Mortal y que, a pocos metros de la puerta, un Volkswagen vuele en mil pedazos. (Y empezar, desde ahí, a sospechar de todos los carros que humean demasiado). Llegar un día cualquiera a tu oficina y enterarte que la señora de la computadora de al lado no pudo venir hoy porque ayer la asesinaron a pedradas en un viaje de trabajo a Huancavelica. (Encontrar, al día siguiente en una revista, la foto de lo que quedó de ella en doble página central). Aprender que cuando revienta una bomba hay que tirarse al suelo con la boca abierta para que tus tímpanos no estallen (y decorar todas las ventanas de tu casa con tiras de esparadrapo para que –cuando ocurra– no perezcas degollado por esos cuchillos voladores que son los vidrios que arroja la onda expansiva).

Descubrir el aciago olor de la muerte en la Plaza de Armas de Satipo alfombrada horriblemente de cadáveres púrpuras e hinchados. (Confundirse ante la cantidad de horror que el filo incomprensible de un machete es capaz de esculpir sobre un pobre cuerpo humano). Olfatear, como un sabueso, todos los sobres que te llegan, en busca de aquel temible olor a avellanas que es el síntoma inequívoco de que alguien que te odia a morir te ha enviado una carta bomba. (Una le llegó a ese abogado tan prestigioso y le arrancó un brazo, otra a Melissa, la chica practicante del diario “Cambio” de quien, sobre las losetas, no quedó un solo rastro susceptible de ser reconocido).

Escuchar todas las noches, sin falta, en el noticiero el coro ronco y lastimero de los nuevos miembros de la interminable procesión de las viudas y los huérfanos llorando en quechua nuevas tragedias que nadie me traduce y que no entiendo. ( Y luego ese sonsonete imbécil de los políticos –tan longevos– repitiendo naderías: “repudio enérgico”, solidaridad con los deudos”, “comisión investigadora del Congreso”, para después irse a tomar un pisco sour con la falsa al bar del “Maury”).

Ver pasar delante de ti, como en una pesadilla, a un sereno de Miraflores que lleva en brazos a una niña con pijama de franela toda estampada de ositos y de sangre. Al muchacho que corre como un poseso entre la densa humareda de Tarata en llamas y repite un nombre, desesperado: Gustavo o Enrique o Miguel o como quiera que se llamara el hermano al que nunca más volvió a encontrar. A la anciana que regresa cojeando días después a rescatar de entre los escombros un sobreviviente cuadro de la última cena. Al señor Cava que marcha –ausente, como un zombie– por el centro de la avenida Larco llevando en las manos una flor blanca y la foto de su hijo, el atleta, muerto. A la pequeña Vanesa, la hija de la vendedora de cartera de la esquina, aprendiendo de nuevo –y sonriente– a caminar con una diminuta y terrible pierna ortopédica. (Todos estábamos a una cuadra, todos estuvimos a punto de pasar por allí, todos conocíamos a alguien que vivía o moría en esos edificios que se desmoronaron como fueran de galleta. Los blanquitos no sabíamos realmente por qué lloraban tanto todas esas mamachas en los despachos de los corresponsales. No teníamos la más remota idea de qué trataba todo aquello hasta esa noche. Tarata fue nuestro once de septiembre).

Quedarse otra vez a oscuras y sentir miedo. Oír una sirena y sentir miedo. Abrir de mañana el diario y sentir miedo. Sentir miedo de amanecer muerto en el Perú. Sentir miedo de amanecer vivo. Sentir miedo de que nunca acabe el miedo. Sentir miedo de que las llaves medio quemadas que encontraron entre las cenizas en la fosa de Cieneguilla abran la puerta de la casa de Amaro Cóndor, el estudiante de La Cantuta asesinado por militares: ver al fiscal forcejear con la chapa ante los flashes y rezar porque no abra, que no abra, que no abra y la llave abre, maldita sea, otra puerta más que da directo al mismo espanto al que nunca nos cansamos de volver.

Sentir miedo de salir a la calle sin documentos y que un policía nos detenga a la vuelta de una esquina, nos encierre en cualquier sótano hediondo y nadie vuelva a saber nunca de nosotros. Sentir miedo de haber tenido la mala suerte de haber salido a comprar el pan y pasado cerca del lugar del atentado o de llamarnos igual que algún buscado por la justicia y que ese error tan clamoroso, (cometido por un juez inapelable, encapuchado), sea reconocido por el Estado después de ocho años de tenernos sepultados vivos, tallando virgencitas sobre huesos de pescado o pedazos secos de jabón Bolívar, en una celda en la que hay que dormir sentado porque no hay espacio para echarse ni manera de contar el tiempo porque no hay cómo saber cuándo es de noche y cuándo de día.

Sentir miedo al enterarnos, por boca de un ex -miembro del Grupo Colina que tras haber “ejecutado un operativo”, es decir, tras haber asesinado a mansalva a los peruanos y peruanas de todo los tamaños que les mandaban asesinar, les tocaba, a veces, meterlos a la maleta e ir a enterrarlos a algún cerro perdido en las afueras y que cuando, entre gallos y medianoche, estaban logrando a duras penas tapar la fosa, la tierra comenzaba a sacudirse bajo sus botas porque, carajo, alguno de los muertos seguía vivo y, puta, qué palta, había que echar tierra más rápido para que no se te fuera a escapar del hueco ese rechucha.

Sentir miedo al ponerse a pensar cuántos torturados y cuántos muertos que ya nadie llora habrán sido lanzados a los abismos o fondeados en el mar para que nunca los puedan contabilizar siquiera las estadísticas. Sentir miedo de que cualquier ser querido nuestro llegue a estar, por mala suerte, alguna vez a merced de alguno de esos comandos de élite que, como parte de un entrenamiento altamente especializado, tienen que criar un cachorrito recién nacido, alimentarlo y cuidarlo amorosamente y años después matarlo a puñaladas, abrirle el vientre y comerse todas sus entrañas, embadurnándose de pies a cabeza para no ser considerado un cobarde sino, más bien, todo un patriota.

Sentir miedo al escuchar el testimonio feroz de Exhaltación Vargas, el sobreviviente insospechado de esa carnicería absurda y enloquecida que fue la Masacre de El Frontón, de esos ríos de sangre de los que tanto hablaba Villanueva del Campo, ¿Se acuerdan? Sangre que mancha más que la tinta indeleble de las mesas de sufragio porque ha manchado para siempre –y diga lo que diga– las manos aspaventosas de Alan García que ahora se desvive por convencernos de la decidida lucha que –comandando a esa caterva abyecta de asesinos– dice haber librado por la pacificación.

Sentir miedo de nuevo cuando alguna autoridad vuelve a restarle importancia al rebrote terrorista y recordar automáticamente la imperdonable y criminal ceguera que hizo presa del honestísimo y gallardo presidente Belaúnde cuando, a inicios de los 80, se refirió a los sanguinarios senderistas como “abigeos” ¡Abigeos! ¡Es decir: ladrones de ganado! Abigeos que le costaron al país tantas decenas de miles de muertos que acaso se hubieran evitado –también– con gobernantes menos candelejones, tibios y cacasenos.

Sentir miedo cada vez que vemos aparecer otro absoluto cretino declarando sandeces inauditas y comparables a las que perpetraba Valentín Pacho, connotado líder sindical, conspicuo miembro de la Izquierda Unida y orgulloso delegado del Perú en todos los besamanos a Fidel, muy recordado por haber dicho en 1989 que de llegar su variopinta alianza al poder y en aras de la lucha contra la pobreza sería menester “fusilar a todos los empresarios”, comentario que, como puede verse, marca distancia de modo tajante con la lógica homicida de Sendero.

Sentir miedo de evocar las lágrimas viriles –y culposas– de Monseñor Cipriano al anunciar su hondo pesar de que todos los emerretistas de la residencia del Japón hubieran muerto (de un infame tiro en la nuca, ahora lo sabemos ¿lo supo él?). Pensar que pastor tan humilde de corazón y noble y bueno y misericordioso haya sido durante tantos años la única alternativa que tuvieron los ayacuchanos más pobres para defender “es cojudez” que eran sus choleados derechos humanos, francamente, da indignación.

La misma indignación que, personalmente, me genera comprobar el nivel extraordinario y casi unánime de estupidez que exhiben la mayoría de comentarios hechos al informe Final de la Comisión de la Verdad por políticos, periodistas, analistas, columnistas y onanistas: que está sesgado, que refleja un enfermo deseo de venganza, que no hay que hurgar en las heridas del pasado, que nadie los ha nombrado jueces, que no existe la figura de responsabilidad política, que no condena suficientemente a Sendero, que no se puede poner en el mismo nivel a las Fuerzas Armadas o –por último y esta es mi favorita– que los comisionados cobraron mucha plata y que con esa plata la Municipalidad de Lima hubiera podido inaugurar nuevas obras. Ave María.

¿Quién dijo que el Acuerdo Nacional no era posible? Señoras y señores, bienvenidos a la soñada concertación: Paniagua, Fujimori y García, Flores-Aráoz, Cabanillas, Rey, la Chávez y Barrón, por fin todos en ronda y de la manito. Y en la angurria electoral, hermanitos. Suave, locos, aquí no ha pasado nada. ¿Cuántos muertos dijo? Nooo, imposible. Aguanta tu carro. Qué va a ser. ¿Sesenticuánto? No, no se pasen, pues.

No puedo creer que ese sea el tono de la discusión. No han entendido nada. O mejor dicho, no han aprendido nada. Todo lo que he escrito líneas arriba –aunque se queda irremediablemente corto –intenta describir el Perú que me tocó en suerte. Y si, yo hubiera querido vivir en un país en el que matamos sin cesar no fuera indispensable. En el que no hubiera que caminar chapaleando en sangre. Pero ya lo dije, esto es lo que me tocó. Un país sumamente rico en homicidas. Me subleva. Como a todos, espero. Yo creía que la guerra nos había legado 25,000 muertos. Ahora resulta que fueron más de 69,000 ¿vamos a enfrascarnos ahora en discusiones aritméticas? ¿Políticas, morales, religiosas, filosóficas? ¿Vamos a competir entre todos para saber cuál de nuestros asesinos es el menos asesino? La Comisión de la Verdad y la Reconciliación ha trabajado duro y parejo para poder darnos a los peruanos la peor de las noticias. Todos se quejan, en consecuencia. Todos chillan. El médico nos dice que tenemos cáncer y no se nos ocurre mejor cosa que pegarle. Es horrible lo que nos dicen. Pero nos jode tanto porque es verdad y desde esta página, sin influencia alguna, lo agradezco de veras. No sé si cobraron mucho o poco, no sé si se dejaron llevar en algún momento por su corazoncito progre, se están a favor o en contra de Toledo, no me importa. Les creo. A toda esa gente que se quemó las pestañas y se rompió los lomos para que ahora todos conozcamos esto que somos. A la practicante de leyes que se fue hasta la punta del cerro para recoger un testimonio olvidado, al testigo que venció el miedo y, estallando en llanto, contó su historia veinte años después, a la digitadota que, acaso, obvió la fiesta del sábado y se amaneció tipeando interminables listas de difuntos llamados “N.N. Juan” y N.N. María” o al estudiante de periodismo que aprendió a no tener miedo de seguir investigando. A todos ellos, eternas gracias. La Comisión de la Verdad nos ha revelado una auténtica tragedia: nos mataron miles de hermanos y, en vez de llorarlos, no se nos ocurre otra cosa que negarlo, que decir que es mentira, que debe tratarse de un error y que, por último, no es nuestra culpa. Pero nadie es inocente. Porque el asesino tiene nombre de país. Nos han revelado, como iba diciendo, nuestra hecatombe en todo su esplendor. Sorpresa. Todos estábamos muertos.

Beto Ortiz
PERÚ21
Domingo 31 de Agosto 2003

domingo, 6 de mayo de 2012

Estar Con La Conciencia Tranquila

He visto un señor vendedor de periódicos de San Martín de Porres recogiendo, con sus manos callosas de albañil, los restos despedazados de su hijo policía de veintidós años mientras una reportera quizá demasiado excitada por su espectacular primicia, describe lo indescriptible para el Perú entero.


He visto que una avenida llevará ahora el nombre de César Vilca Vega, el nuevo mártir. He visto unas pancartas llamándolo héroe a lo largo de otra avenida que llega hasta el Jockey Plaza. He visto a su padre reconocer los parches del sagrado uniforme de la patria “porque estaba roto y yo mismo se lo parché.” Lo he visto llorando encogido, como un niño, preguntándole a esa misma reportera: ¿Y yo para qué quiero un hijo héroe, señorita?

He visto a otro mártir como él, Yenuri Chiguala Cruz, convertido en Premio Nacional de la Juventud del Ministerio de Educación y también en una calle de Miraflores y en un dorado busto de yeso en mitad de la Avenida Túpac Amaru por donde todos los días pasan miles de personas que ya ni se acuerdan que Yenuri Chiguala Cruz fue, en realidad, aquel “niño héroe” que el camión de la leva se llevó en 1995 de la puerta de su casita en Comas directamente a la guerra del Cenepa para que, derribado a la primera explosión, muriera de tétanos a los 14 años (y fuera ejemplo para la juventud).

He visto a cuarenta y tres muchachos morir asfixiados y quemados vivos, atrapados en esas horrendas ratoneras llamadas centros de rehabilitación. He visto, por décadas, a chicos drogarse en las calles para engañar al hambre y al frío. He visto padres que condenan a sus hijos a estos infames depósitos humanos porque “se han enviciado con los videojuegos”. He visto demasiados pacientes salir de estas casas peor de lo que entraron: masacrados, violados y muertos. He visto prósperas fortunas amasarse en este negocio sucio y ruin.

He visto que, cada vez que esta desgracia nos vuelve a suceder, el Ministro de Salud automáticamente culpa a los alcaldes. He visto que, cada vez que esta desgracia nos vuelve a suceder, los alcaldes automáticamente culpan al Ministro de Salud.

He visto lanzar a la muerte a una chica estudiosa, buena y bella desde el estribo de una Coaster en movimiento solamente porque intentó evitar que le roben el i-pod que había comprado con su trabajo.

He visto lanzar a la muerte a un chico estudioso, bueno y bello desde lo alto de una tribuna contra el concreto de un estadio solamente porque llevaba puesta una camiseta blanca y azul.

He visto una niña llamada Romina quedar cuadripléjica por las balas que unas bestias le dispararon en la Vía Expresa. He visto el infierno que reflejaban los ojos de sus pobres padres, tan jóvenes y tan indefensos que es imposible no pensar en que podrían ser mis hijos.

He visto el rostro amoratado de Nelson Máximo, un niñito de 10 años que hoy está a punto de quedar ciego a causa de los puñetazos brutales que le propinó un miserable llamado Luis Torres Oré, el dueño de un maldito carro que el niño rayó jugando.

He visto las siglas MSX? tatuadas en la cara interna de los labios inferiores de Oscar Barrientos, el joven chalaco de 19 que, este verano, asesinó de un balazo a su padre por ninguna razón en particular, solo para lograr ser admitido en las internacionales filas de la Mara Salvatrucha.

He visto un Gran Maestro de Ajedrez de menos de 20 años dormir en los parques en Brasil, ser abandonado a la intemperie en Rusia, resignarse a integrar el equipo de México y, finalmente, mudarse del todo a Cuba de donde espera nunca regresar.

He visto salir de los arenales a un prodigio del golf infantil que, sin embargo, tiene que mendigar pasajes para acudir a las competencias y acostumbrarse a las miraditas de desprecio con que siempre lo premian en los grandes torneos de los grandes country clubes de Lima.

He visto a un chico desempleado de Jesús María salvarse milagrosamente de la horca en Kuala Lumpur por haber intentado ganarse cinco lucas llevando un kilo de cocaína entre sus ropas.

He visto a un chiquillo trujillano apodado Gringasho, un sicario cuya asombrosa y publicitada eficacia pistolera es tal que, cada vez que lo capturan, las grandes bandas lo rescatan a balazos de todos los candorosos albergues donde intentan reeducarlo aunque hoy esté prófugo y nadie sepa a cuánta gente haya matado hasta el momento, con tan solo dieciséis añitos.

He visto a un apuesto y fotogénico flete arrodillarse histriónicamente delante del entrevistador después de haber asesinado por plata a su mejor amigo, destrozándole la cabeza a golpes y estrangulándolo con el cable de una computadora.

He visto doblar sus espaldas por el peso brutal del trabajo a los niños de los lavaderos de oro de Huaypetue en Madre de Dios, a los niños cargadores del Mercado de Fruta del Agustino, a los niños de las ladrilleras, a los niños picapedreros, a los niños recicladores, a los niños acróbatas de asfalto que mendigan en todos los semáforos de San Isidro, ancianos prematuros que, tarde o temprano, terminarán con las vértebras molidas.

He visto que hoy continúa en las primeras planas la misma desgarradora foto del Mayor Bazán que sigue desaparecido, tres años después de la matanza de Bagua.

He visto un no sé qué del Paco Yunque de Vallejo en la apacible bondad de Clinton Maylle, un escolar de 14 años que quedó paralítico a causa de una fractura en la columna ocasionada por la atroz pateadura que –por “cholo”- le dieron sus compañeritos del salón.

He visto que, pese a que sus madres peregrinan juntas por todos los canales, arrodillándose ante cuanto periodista se digna escuchar sus súplicas, tres amigos de San Juan de Lurigancho, Gustavo Ferreri, Micky Díaz y José Carlos Matta están a punto de cumplir un año presos en vano, acusados de la muerte de un bebé que murió de muerte natural, varias horas antes de que ellos se enfrascaran en una absurda bronca de barrio a la que atribuyen el hecho, injustamente.

He visto al solitario, estoico, glorioso, casi mitológico suboficial de policía Luis Astuquillca sobrevivir al odio mortífero de unos y al abandono mortífero de otros y regresar sin aliento y con la vida pendiéndole de un hilo solo para poder abrazar a sus padres, sin poder disimular el abismo escalofriante de su tristeza, de su inescrutable amargura.

He visto al abucheado titular del Interior Daniel Lozada extenderle su bendición ministerial televisada y de hacerle no una sino, tres, tres señales de la cruz en la frente: por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos señor, Dios nuestro.

Y hoy he visto a un presidente pontificando con aprendida elocuencia y envidiable serenidad, dictando el titular ideal para “El Peruano” frente al bosque de micrófonos y de cámaras, diciendo una frase que acaso habría que grabar en bronce en la mismísima puerta de Palacio:

“Nosotros estamos con la conciencia tranquila”.

Nosotros no.



Beto Ortiz, Pandemonio. www.peru21.com
bortiz@peru21.com

viernes, 4 de mayo de 2012

No Te Lo Tomes Como Algo Personal


Suceda lo que suceda a tu alrededor, no te lo tomes como algo personal, como algo que va dirigido contra ti especialmente... Si te encuentro en la calle y te digo de improviso: 

-¡Eres un estúpido!

En realidad no me estoy refiriendo a ti sino a mí. Pero si tú te lo tomas personalmente, tal vez llegues a creer que verdaderamente eres un estúpido. Quizá te digas a ti mismo:

-¿Cómo lo sabe? ¿Acaso todos pueden ver lo estúpido que soy?

Te lo tomas personalmente porque de entrada estás de acuerdo con cualquier cosa mala que se diga sobre ti. Y tan pronto como estás de acuerdo, el veneno te recorre por dentro y terminas atrapado en el Sueño del Infierno. EI motivo por el cual quedas atrapado, es lo que denominamos “la Importancia Personal”.
IMPORTANCIA PERSONAL
Tomarse todas las cosas personalmente es la expresión máxima del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro alrededor. Durante el periodo de nuestra educación (o domesticación) aprendimos a tomarnos todas las cosas de manera muy personal. Desde entonces creemos que somos responsables de todo lo que pasa a nuestro alrededor: ¡Yo, yo, yo, y siempre yo!

Pero en realidad, nada que los demás hacen tiene que ver contigo. Lo hacen por ellos mismos, porque todos vivimos nuestro propio sueño en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente distinto del que vivimos cada uno de nosotros. Cuando nos tomamos personalmente lo que alguien nos dice, es porque suponemos que él sabe lo que pasa en nuestro mundo interno, y reaccionamos intentando imponérselo por encima del suyo.

Incluso cuando una situación parece muy personal... por ejemplo, cuando alguien te insulta directamente, eso tampoco tiene que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace, y las opiniones que expresa, responden a los acuerdos que él ha establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda la programación que recibió durante su domesticación. Si alguien te da su opinión sin tu pedírsela y te dice: 

-¡Oye, estás muy gordo!

No te lo tomes personalmente, porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones. Esa persona te envía su veneno, y si te lo tomas personalmente, entonces se convierte en el tuyo. Tomarse las cosas personalmente te convierte en una presa fácil para los depredadores y los magos negros. Piensa que es muy fácil atraparte con una simple opinión; después te alimentan con su veneno, y como te lo tomas todo mortalmente en serio, ingerirás las dosis que te suministren sin rechistar, manteniéndote en un estado de toxicidad crónico. Es decir, te inyectas toda su basura emocional y la conviertes en tuya. Pero si no te lo tomas personalmente, serás inmune a ese veneno, aunque te encuentres en medio del mismísimo Infierno. Esa inmunidad es el don que te proporciona este Acuerdo.


EL SUEÑO PERSONAL DE CADA UNO
Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido y defiendes tus creencias originando nuevos conflictos. Haces una montaña de un grano de arena, porque sientes la necesidad de tener razón y de que los demás estén equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienes razón, dando tus propias opiniones. Pero recuerda que cualquier cosa que sientas o hagas, es solo la proyección de tu propio sueño personal: un reflejo de tus propios acuerdos internos.
Lo que dices, lo que haces, y las opiniones que tienes, se basan en los acuerdos que tú mismo has ido estableciendo, y, consecuentemente, no tienen nada que ver conmigo. Por tanto, lo que pienses de mí no es importante para mí, por lo que no me lo tomo personalmente. Cuando la gente me dice: 

-Miguel, ¡eres el mejor!

No me lo tomo personalmente. Tampoco lo hago cuando me dicen:
  
-Miguel, ¡eres el peor!

Sé que cuando estés contento, me dirás:

-Miguel, ¡eres un ángel!

Pero cuando estés enfadado conmigo, me dirás:

-Miguel, ¡eres un demonio! ¡Eres repugnante! ¿Cómo puedes decir esas cosas?.

Ninguno de los comentarios me afecta, porque yo sé lo que soy. No necesito que me acepten o me rechacen. No me lo tomo personalmente. Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, se trata de tu problema y no del mío. Es tu manera de ver el mundo. Por lo tanto, no me lo tomo de manera personal, porque te refieres a ti mismo y no a mí. Los demás tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias, de modo que nada de lo que piensen de mí estará realmente relacionado conmigo directamente, sino con ellos. Es posible que incluso me digas:

-Miguel, ¡lo que dices me duele!

Pero lo que te duele en realidad no es lo que yo digo, sino las heridas que tu tienes y que yo he rozado con lo que he dicho. Eres tú mismo quien se hace daño. No me lo tomo personalmente porque no confíe en ti, sino porque sé que ves el mundo con ojos distintos a los míos: con los tuyos. Cada uno de nosotros creamos una película entera en nuestra mente, y en ella somos el director, el productor y el protagonista. Todos los demás, tienen papeles secundarios: es nuestra película.

La película se basa en todos los acuerdos que has ido estableciendo en tu vida. Tu punto de vista es algo personal y tuyo. No es la verdad de nadie, nada más que la tuya. Por consiguiente, si te enfadas conmigo, sé que eso está relacionado contigo. Yo soy la excusa para que tú te enfades. Y te enfadas porque tienes miedo: porque te enfrentas a tu miedo. Si no tuvieras miedo, no te enfadarías conmigo. Si no tuvieras miedo, no estarías triste ni celoso en ningún momento.


VIVIR SIN MIEDO Y AMAR
Si vives sin miedo, si amas, no hay lugar para esas emociones. Si no tienes ninguna de esas emociones negativas, lógicamente te sientes bien. Cuando te sientes bien, todo lo que te rodea está bien. Cuando todo lo que te rodea es magnífico, todo te hace feliz. Amas todo porque te amas a ti mismo, porque te gusta como eres, porque estás contento contigo mismo, porque te sientes feliz con tu vida. Estás satisfecho con la película que tú mismo produces y con los acuerdos que has establecido con la vida. Estás en paz y eres feliz. Vives en ese estado de dicha en el que todo es verdaderamente maravilloso y bello. En ese estado de dicha, estableces una relación de amor con lo que percibes en cada momento.

Sea lo que sea lo que la gente haga, piense o diga, No te lo tomes personalmente. Si alguien te dice que eres maravilloso, no lo dice por ti. Tú ya sabes que eres maravilloso. No es necesario que otras personas te lo digan para creértelo. No te tomes nada personalmente. Incluso si alguien te dispara con una pistola a la cabeza, no es nada personal.

Como ya sabes que las opiniones que tienes sobre ti mismo no son necesariamente verdaderas, no es necesario que te tomes cualquier cosa que llegue a tu mente como algo personal. La mente tiene la capacidad de hablarse a sí misma, pero también de escuchar la información disponible de otras áreas cerebrales. A veces, cuando oyes una voz en tu mente, te preguntas de dónde proviene. Es posible que provenga de otra “realidad” en la que hablan seres con unamente similar a la humana. Los toltecas denominaron a estos seres con el nombre de “Aliados”. En Europa, África e India, los llamaron “Dioses”.

Nuestra mente también existe en el plano de los dioses. También vive en esa realidad y es capaz de percibirla. La mente ve con los ojos y percibe la realidad que nos llega cuando estamos despiertos, pero también ve y percibe sin los ojos, aunque la razón apenas es consciente de esta sutil percepción. La mente vive en más de una dimensión. Es posible que, en ocasiones, tengas ideas que no se originan en tu mente, pero las percibes en ella. Tienes derecho a creer o no lo que esas voces te dicen y a no tomártelo personalmente. Tenemos la opción de creer o no las voces que oímos en nuestra mente, como decidir qué acuerdos tomar en el Sueño del Planeta.


EL MITOTE
La mente es capaz de hablarse y escucharse a sí misma. Pero cuando muchas partes de tu mente hablan todas al mismo tiempo, se origina un gran problema. A esto lo llamamos Mitote. Podemos comparar el Mitote con un enorme mercado, en el que miles de personas hablan y hacen trueques al mismo tiempo. Cada una tiene pensamientos y sentimientos diferentes, cada una tiene un punto de vista propio. Todos los acuerdos que hemos ido estableciendo a lo largo de nuestra vida no siempre son compatibles entre sí. Cada acuerdo es como un ser vivo independiente: tiene su propia personalidad y supropia voz.

Los acuerdos incompatibles se contradicen unos con otros, y el conflicto se va extendiendo hasta que estalla una gran guerra en la mente. El Mitote impide que los seres humanos sepan lo que en realidad quieren, cómo lo quieren, o cuándo lo quieren. No están de acuerdo con ellos mismos, porque unas partes de la mente quieren unas cosas y otras quieren exactamente lo contrario. Una parte de la mente pone objeciones a determinados actos y pensamientos, y otra los apoya. Todos estos pequeños seres vivientes crean conflictos internos, porque están vivos y cada uno tiene su propia voz. Únicamente si hacemos un inventario completo de nuestros acuerdos, descubriremos todos los conflictos y, con el tiempo, llegaremos a poner orden en el caos del Mitote.

No te tomes nada personalmente, significa que si lo haces, te expones a sufrir por nada. Los seres humanos somos adictos al sufrimiento en diferentes niveles y grados, apoyándonos unos a otros para mantener esta adicción. Hemos acordado ayudarnos mutuamente a sufrir. Por ejemplo, si tienes necesidad de que otros te maltraten, será más fácil que terminen haciéndolo, y si estás con personas que necesitan sufrir, algo en ti hará que acabes maltratándolas. Es como si llevasen un cartel colgado en la espalda que dice: ¡Golpéame, por favor!

Piden continuamente justificaciones que expliquen su sufrimiento, pero su adicción al dolor no es más que un acuerdo previo que han tomado y que refuerzan a diario. Vayas donde vayas, encontrarás siempre gente que te mentirá, pero a medida que tu conciencia se expanda, descubrirás que tú también te mientes a ti mismo. No esperes nunca que los demás te digan la verdad, porque ellos también se mienten a sí mismos. Tienes que confiar plenamente en ti y decidir por tu cuenta si te crees o no lo que alguien te dice.

Cuando realmente vemos a los demás tal como son, sin tomarnos personalmente lo que hacen o dicen, no pueden dañarnos. Si te mienten, no importa. Te mienten porque tienen miedo a que descubras que no son perfectos, ya que quitarse la máscara social resulta doloroso. Si los demás dicen una cosa, pero luego hacen otra y no prestas la debida atención a ambas, te mientes a ti mismo. Pero si tratas de ser veraz contigo, te ahorrarás mucho dolor emocional.

VERACIDAD
Decirte la verdad a ti mismo puede ser doloroso a corto plazo, pero no necesitas aferrarte al dolor, puesto que la curación ya esta en camino. Que las cosas te vayan mejor es sólo cuestión de tiempo. Si alguien no te trata con amor ni respeto y finalmente se marcha de tu lado, quizá te resulte doloroso durante un tiempo, pero al final tu corazón sanará. Entonces elegirás lo que de verdad quieres. Descubrirás que para elegir correctamente, más que confiar en los demás, debes confiar en ti mismo.

Cuando el no tomarse nada personalmente se convierte en un hábito firme y sólido, evitas muchos disgustos. Tu rabia, celos y envidia desaparecerán, y si no te tomas nada personalmente, incluso tu tristeza también se esfumará. Si conviertes el Segundo Acuerdo en un hábito permanente en tu vida, descubrirás que nada puede devolverte al Infierno. Te vuelves inmune a los magos negros y ningún hechizo te afectará, por muy fuerte que parezca ser. El mundo entero puede contar chismes sobre ti, pero si no te los tomas personalmente, te volverás inmune a ellos. Alguien puede enviarte veneno emocional de forma intencionada, pero si no te lo tomas como algo personal y no lo ingieres, se vuelve más nocivo para el que te lo envía que para ti.

Ya ves lo importante que es este acuerdo. No tomarse nada personalmente te ayuda a romper muchos hábitos y costumbres que te mantienen atrapado en el Sueño del Infierno, causándote un sufrimiento innecesario. Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los demás. Bastará con que confíes en ti mismo para elegir con responsabilidad y acierto. No eres responsable de los actos de los demás, solo eres responsable de ti mismo. Cuando comprendas esto de verdad y no te tomes las cosas personalmente, será muy difícil que los comentarios insensibles o los actos negligentes de otros te hieran. 

Si mantienes vivo este acuerdo en tu vida, podrás viajar por todo el mundo con el corazón abierto sin que nadie te hiera, y podrás decir -Té Amo, sin miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Pedirás lo que necesitas, dirás sí o no (lo que tú decidas) sin culparte ni juzgarte. Podrás seguir la voz de tu corazón. Y aunque estés en medio del caos, experimentarás felicidad y paz interior. Permanecerás en un estado de dicha y el Infierno no podrá afectarte.