Antes, las clases comenzaban en abril y terminaban en la quincena de diciembre. Eso en los colegios particulares. En los estatales, nunca se sabía. Todo estaba en manos del Sutep. En el mejor de los casos, el año escolar iniciaba en junio y acababa sabe Dios cuándo. Hoy, empiezan la última semana de febrero y culminan el 23 de diciembre.
Antes, los papás querían estar más tiempo con sus hijos. O al menos eso decían. Por eso, te obligaban a llegar puntual a la hora de la comida y así estar juntos en la mesa. Hoy, los papás están rogando al cielo para que ya acaben las vacaciones. Además, casi nadie se sienta en la mesa para comer. Lo haces en la cocina, viendo Al fondo hay sitio, mientras tu mamá ve la novela en su cuarto y tu papá aún no llega del trabajo. Las 8 de la noche es una hora impensable para que todos se reúnan en casa.
Una mamá me dijo riéndose: "Mi hija comienza clases el lunes. ¡Ya no la soporto más! ¡Qué agotadores son los niños!". Yo me reí con ella y le dije: "No te preocupes. En dos años más, cuando tu hija tenga su primer enamorado, no la verás ni un segundo en tu casa. Se cumplirá entonces tu deseo: tu hija insoportable no te perturbará jamás". "¡Ay, qué malo eres!", me respondió. Mala eres tú. Te quejas de una niña de cinco años en vez de comértela a besos. Mi hija Valentina me miró, se rio y me dijo: "Vamos a jugar, papi, porque el lunes ya comienzo el colegio y quiero estar más contigo". Me la comí a besos.
"He matriculado a mi hijo en un colegio religioso. Quiero que le enseñen valores", me dijo, en su casa, un amigo de la universidad. Acto seguido, llamó a la empleada y le pidió que no le volviera a servir cerveza con hielo porque eso era una animalada." ¡Estas cholas de mierda no saben nada!", finalizó. Luego buscó mi cara para reírse conmigo. Mi hija y su hijo estaban en la mesa. Me paré y me fui. Eso no me da risa. No quiero esos ‘valores'.
Para Valentina, los valores no se enseñan en un colegio de curas. Así Jesucristo sea el profesor, mientras tú sigas siendo racista, tu hijo no aprenderá nada. Peor aún, será tan Pitecantropus como tú. Se lo conté a un amigo, mi mamá y un par de personas más. La respuesta fue la misma: "No era para tanto, Galdós. Eres muy radical". Yo no pienso lo mismo. Solo quiero ser consecuente y que mi hija vea que lo que su papá habla también lo practica. Un amigo menos en la lista.
"Me encanta que mis hijos estén en un colegio americano porque les enseñan de todo. También a compartir con los demás". Eso dijo una señora en una charla informativa del colegio, cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción para sus niños. Minutos más tarde, vi a la misma señora, en la cafetería, con sus dos hijos y la niñera. "Me da tres gaseosas bien heladas, por favor. ¡Pero que estén bien heladas porque hace mucho calor!", pidió la señora que dice que lo que más le gusta del colegio es el concepto de compartir. No me cuadraba la suma: estaba la señora, sus dos hijos y la niñera. Tres gaseosas. No cuadra. Seguro una gaseosa es para que la compartan los dos niños, pensé. "Ten, hijito. Ten, hijito. Y esta, para mí", dijo la señora. ¿Y la niñera? Bien, gracias. Ni la miró. Nunca le preguntó si tenía sed. Seguro esta señora pensó que solo tienen sed sus hijos y ella. No la niñera que cargó, correteó y les limpió los mocos y el poto a sus hijitos. Ella no tiene derecho a tener sed.
El verdadero colegio está en tu casa. Lo demás son solo lecciones de historia y cultura general. No criemos niños insensibles y animales. Con perdón de los animales, claro está.
Por Carlos Galdós
Tomado de la revista Somos Nº 1316
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