"...que sus cochinadas las hagan en su casa".
"...nadie puede obligar a aceptar algo q no te parece correcto... Si quieren chapar que lo hagan en su jato o frente a sus familias, o mejor, que primero sus familiares los acepten como son."
"...les parece lógico que se pongan a chapar en la puerta de la iglesia???"
"...hay un dicho, Dios perdona el pecado mas no el escandalo."
Esta es una pequeña selección de algunos comentarios de mi página de Facebook (http://www.facebook.com/utero) que empiezan con la consabida frase "No soy homofóbico pero...", a la que usualmente le sigue algún tipo de razonamiento falaz, prejuicioso o simple y sencillamente (sorry) homofóbico.
La reinvindicación de las libertades sexuales ha abandonado la campaña, donde surgió como tema de agenda electoral, para trasladarse al debate diario y, especialmente, la lucha encarnizada en Internet. El matrimonio gay, la adopción de niños por parejas del mismo sexo, la salvaje represión en la Plaza de Armas, las amenazas de muerte a un directivo del MHOL y, por supuesto, las cada vez más desaforadas declaraciones de Phillip Butters son temas que generan literalmente cientos de comentarios en los diversos portales web que tocan estos temas.
Usualmente se trata de un diálogo de sordos. Es verdad que el lado discriminador tiene como estandartes a los comentaristas con peor redacción, cero gramática y tremendos vacíos en su argumentación (si es que la hay y el comentario no se limita a "SACALES SU MIERDA PHILLIP!!!"). Pero también hay algunos que exhiben alegre y sólidamente sus prejuicios y, al estilo del buen Felipe Mantequilla, sacan de la manga alguna cita de Rosseau para explicarte que, vamos, éste es un país conservador, así que si eres gay te jodiste y te tienes que quedar en tu casita bien guardadito.
"¡No sé como mierda soportas a algunos de tus comentaristas! Yo sería un nazi con los comentarios", fue lo único me escribió un amigo ayer. Lo imagino espantado ante el espectáculo de prejuicios disfrazados de razones, pensamiento colonial y absoluta indolencia frente al sufrimiento ajeno.
Confieso que ganas no me faltan. Sería sencillo empezar a bloquear a los comentaristas discriminadores (de hecho, Facebook contempla la opción de denunciar los comentarios "que atacan a individuos por su sexo u orientación sexual") y resulta francamente desalentador comprobar el paupérrimo nivel de respeto a las libertades ajenas que tenemos los peruanos. Resulta agotador comprobar cómo se repiten los mismos argumentos que hasta hace pocas décadas se usaban contra los negros, las mujeres y que, de hecho, aún se utilizan en los grupos que piden "que Facebook no se cholee como le pasó al Hi5".
Son las mismas ideas con diferentes víctimas: nuestro pueblo es conservador, tenemos que proteger a los niños, para qué provocan, tienen que respetar a los que no pensamos como ustedes, etc.
En Internet los debates sobre la discriminación (racial o sexual) suelen tener muchísimos comentarios. Para algunos, comentar en Internet es una forma de defenderse ante una verdad incómoda que abre una brecha en la tranquilidad de su mente cerrada ("no pasa nada, nadie está discriminando"). Para otros, es una forma de ventilar algo que ocurre todos los días pero de lo que nadie habla. Y, claro, para los afectados, es una forma de patalear. Y, para todos, Internet es un punto de encuentro en el que mentalidades abiertas se encuentran con mentalidades cerradas.
Y por eso es que mantengo abierta la sección de comentarios: Internet es un sitio de apertura. En estos puntos de encuentro, gracias a la información y al enfrentamiento con los que piensan distinto, siempre será más fácil abrir mentes que cerrarlas. Nada como enfrentarse a lo diferente para perderle el miedo a lo diferente. Confío en que, en el largo plazo, poco a poco, un comentarista a la vez, cada vez me encuentre con menos discriminadores cuando entro a mi Facebook.
Ojalá también me pase lo mismo cuando prenda la radio.
Por Marco Sifuentes.
Tomado de: Peru21.pe
Reconocer a los 'diferentes' el derecho de vivir precisamente como diferentes, es reconocerles el derecho a vivir en la marginación.
Mario Mieli.
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